
Al final del año, muchos sentimos el peso del cansancio acumulado, el estrés y los excesos propios de la época. En ese contexto, los suplementos antioxidantes suelen presentarse como una ayuda para recuperar vitalidad. Pero, ¿qué hay realmente detrás de este concepto? Para entender su papel, primero debemos hablar de la oxidación, un proceso natural que ocurre en todas nuestras células.

La oxidación es una reacción química habitual y necesaria en el metabolismo de los seres vivos. Cada vez que nuestras células producen energía, por ejemplo, al transformar los nutrientes que comemos en combustible, generan también unas moléculas llamadas radicales libres. Estas son especies químicas muy reactivas que, en pequeñas cantidades, cumplen funciones importantes: ayudan al sistema inmunitario a destruir patógenos y participan en la señalización celular.
Sin embargo, cuando los radicales libres se acumulan en exceso, pueden dañar estructuras vitales como las membranas celulares, las proteínas o el ADN. A ese desequilibrio entre producción y neutralización de radicales libres se le conoce como estrés oxidativo.
Nuestro organismo cuenta con una compleja red de mecanismos antioxidantes que mantienen bajo control este proceso. Algunos son enzimáticos, como la superóxido dismutasa, la catalasa o la glutatión peroxidasa, que actúan desactivando radicales libres de forma muy eficiente. Otros son no enzimáticos, como el glutatión reducido (GSH), las vitaminas C y E, y ciertos minerales como el selenio o el zinc, que actúan como cofactores o neutralizadores indirectos.
Gracias a estos sistemas, el cuerpo logra mantener un equilibrio saludable entre oxidación y protección antioxidante.
Hay situaciones en las que la producción de radicales libres aumenta más de lo que los mecanismos naturales pueden compensar. Ocurre, por ejemplo, durante el ejercicio físico intenso, en el que la demanda de oxígeno se multiplica; en enfermedades crónicas, especialmente las de base inflamatoria, como la diabetes, las cardiovasculares o las autoinmunes; y también con el envejecimiento, donde los sistemas antioxidantes naturales pierden eficiencia.
En estas circunstancias, puede ser útil reforzar las defensa frente a la oxidación mediante una dieta equilibrada o, en algunos casos, con el apoyo de suplementos específicos.
Es un polifenol presente en la piel de las uvas, el vino tinto, algunas frutas rojas y ciertas plantas como el polygonum cuspidatum. Se ha relacionado con la activación de genes que favorecen la longevidad y con la protección frente al daño oxidativo en las células endoteliales y neuronales. Actúa también modulando procesos inflamatorios.
Es uno de los antioxidantes más potentes del organismo. Su forma reducida es la que realmente puede neutralizar radicales libres. Además, regenera otras moléculas antioxidantes, como la vitamina C y la E, y participa en la eliminación de toxinas. Mantener niveles adecuados de glutatión reducido es esencial para una buena función hepática y un envejecimiento saludable.
Este mineral es indispensable para el correcto funcionamiento de enzimas como la glutatión peroxidasa, que elimina peróxidos, que son sustancias químicas muy oxidativas. Un déficit de selenio puede disminuir la capacidad antioxidante general del organismo.
La vitamina C (ácido ascórbico) es soluble en agua y protege el interior de las células y los fluidos corporales frente a la oxidación. La vitamina E (tocoferol), por su parte, es liposoluble y actúa en las membranas celulares, evitando que los ácidos grasos se oxiden. Ambas trabajan en conjunto: la vitamina C puede regenerar la vitamina E oxidada, restaurando su función.

Aunque los suplementos antioxidantes pueden ser aliados valiosos, su efecto es mucho mayor cuando se acompañan de hábitos de vida saludables que reduzcan la producción de radicales libres:
Seguir una dieta rica en frutas, verduras y legumbres, especialmente aquellas con colores intensos (fuentes naturales de polifenoles, carotenoides y flavonoides).
Dormir adecuadamente y mantener un ritmo circadiano regular.
Evitar el tabaco y moderar el consumo de alcohol.
Practicar ejercicio físico de forma regular pero moderada, sin llegar al sobreentrenamiento.
Reducir el estrés crónico, que también incrementa la producción de radicales libres.
La oxidación es parte inevitable de la vida, pero cuando el equilibrio se rompe, los antioxidantes, ya sean naturales o en forma de suplementos, pueden ayudar a proteger nuestras células. Más que una “cura rápida”, deben entenderse como parte de una estrategia integral de salud que incluya alimentación, descanso y bienestar emocional.
Cerrar el año con energía es posible si cuidamos el cuerpo desde dentro, apoyando sus propios mecanismos de defensa.